lunes, 18 de enero de 2010

PERONISMO


ASOCIACIÓN ILÍCITA:

“Los argentinos no son buenos ni malos,
son peronistas”
J. D. P., 1974.

Al poco tiempo de comenzar mi militancia en al “sindicato estudiantil” Franja Morada y de estudiar sociología y teoría política, aprendí una cuestión fundamental que me inculcaron mis compañeros y docentes: si una persona milita en una agrupación que se dice socialista debe asumir su condición de clase. Y al día de hoy sigo convencido que la pertenencia de clase es uno de los problemas fundamentales de las izquierdas en argentina, ya que el populismo hace más entrismo en los partidos y militantes socialistas que estos –aun proponiéndoselo- han hecho nunca en el peronismo o el radicalismo. Esta es una larga historia que se remonta al surgimiento del trade-unionismo argentino y puede rastrearse desde el primer gobierno peronista a nuestros días con el gobierno “K”. La cuestión teórica de la pertenencia de clase -sobre la que volveremos al concluir- creo está explicitada en el Manifiesto de Marx y Engels, tiene su primer desarrollo por Lenin, y es bellamente debatida entre éste y Rosa de Luxemburgo, Trotsky y Antonio Gramsci, a pesar de que su desarrollo más conocido en la izquierda sea el de Louis Althusser.
Y sostengo que la cuestión clasista y la definición de nuestra pertenencia es crucial –tanto en la sociedad argentina como en la “aldea global”-, ya que malamente podremos militar en agrupaciones y/o partidos de izquierda sin asumir nuestra situación. Por ejemplo, en la mayoría de sociedades latinoamericanas –con la excepción actual de la brasileña y el caso de Lula (P. T.)- los partidos socialdemócratas y los Frentes que hegemonizan (como el F. A. en Uruguay o la Concertación chilena) se encuentran integrados y dirigidos principalmente por militantes pequeño burgueses/as con aspiraciones de intelectuales. Estas direcciones han pretendido –y en algunos casos como el P. D. R. mexicano, el P. S. chileno, el santafesino en la Argentina o el socialismo unificado de ese país en los sindicatos de litógrafos, siguen pretendiendo con éxito dispar (como acabamos de ver en Brasil)- realizar una tarea de captación de sindicalistas provenientes de la clase obrera para incrementar sus bases proletarias. Pero la mayoría de las veces nos han inculcado un obrerismo vanguardista que poco se ha correspondido con la realidad del comunismo o el trotskysmo latinoamericano.
En si misma la situación deja de ser crítica si coincidimos con Haya de la Torre en su debate con Mariátegui y Lenin -José “Pepe” Aricó (sirvan estas líneas de homenaje a este intelectual argentino y a Pasado y Presente y el Club de Cultura Socialista)- respecto a que, en América Latina el imperialismo no es el último sino el primer estadio del imperialismo, ya que de esta forma la pequeña y mediana burguesía urbana y rural podrían hegemonizar el bloque de clases contra-hegemónico que integraría –como resulta obvio- también la clase obrera (principal beneficiaria de esta concepción vanguardista pero realista de la formación de la sociedad civil latinoamericana). Así, el APRA, la UCR, el ballismo, el Frente Popular chileno y el primer PRI mexicano y sandinismo nicaragüense serían expresiones de este accionar revolucionario y democrático en el sub-continente.

Pero el título del artículo se lo debo a un gran amigo cordobés que –ante el debate historicista entre las distintas posturas que se han asumido frente al peronismo (populismo, cesarismo, bonapartismo)-, lo define desde una categoría penal y no política o sociológica: “el peronismo es una asociación ilícita”. La radicalidad de la categorización podría ofender a mis muchos y buenos amigos peronistas y me incluiría en la categoría recurrente del “gorila”; sin embargo, conste que, al respecto, me defino a mi mismo como un “gorila científico” y no viseral. Obviamente, se puede ser peronista y honesto, radical y corrupto, y –sobre todo- neoliberal y pro militar y ladrón (perdón por las provocaciones).

Al poco tiempo de conocer la Argentina, un viejo militante vasco de izquierda me decía que el principal problema de nuestro país es el peronismo, diagnóstico que podría (y utilizo el potencial por respeto intelectual a quien admiro) coincidir con el diagnóstico de don Raúl Ricardo Alfonsín cuando decía que la crisis fundamental de nuestra sociedad no es la económica ni la política sino la ética y la cultural: la adolescencia de la cultura democrática.

Pero seamos honestos a los efectos de auto-flagelarnos un poco menos: ¿podría haber sido distinta la historia política argentina a partir de su mito fundamental, el 17 de Octubre de 1945? Difícilmente, ya que los sindicatos y partidos de izquierdas -desde una posición más o menos vanguardista- siempre han pretendido (y pretenden) representar a la clase obrera que, en Argentina, se ha identificado con el peronismo desde el rescate de Cipriano Reyes, Evita y la masa proletaria de la cárcel de Martín García en el Río de la Plata, como explican con brillantez Rouquié y Murmis y Portantiero en Pasado y Presente (homenaje 2, en este caso a Juan Carlos, de quien me considero deudor directo). Esta es la contradicción que afecta a toda las izquierdas argentinas desde aquel mito y que continúa generando manifiestos y adhesiones de viejos trotskistas a un gobierno que, teniendo el poder real necesario para hacerlo tras largas décadas, ha sido incapaz de resolver la contradicción fundamental de la sociedad argentina: la tenencia de la tierra. ¿O acaso unas retenciones agropecuarias son ahora un impuesto progresivo cuando luego se devuelven? Alfonsín fue injustamente vilipendiado por la Federación Agraria en 1988 cuando implementó un sistema de retenciones a las exportaciones de cereales, y esa misma Federación se sumó -ya en 1985- al bloque hegemónico de la Sociedad Rural cuando Bernardo Grimspun, Antonio Vázquez (Presidente del Banco Central Argentino de los gobiernos de Arturo H. Illa y de Alfonsín) y A. Ferrer se animaron a proponer al Congreso un impuesto a la tierra libre de mejoras –“el” verdadero impuesto progresivo en la Argentina-. Y es que la tenencia de la tierra es el fundamento del modelo de acumulación agro-exportador, característico de la oligarquía terrateniente desde el Siglo XIX y que continúa azotando al pueblo y a la democracia argentinos a pesar de que –en pleno Siglo XXI- esa oligarquía virase hacia una acumulación financiera (causante de la crisis del modelo acumulador a escala global) desde finales de la dictadura militar, tal como explicara el mismo Alfonsín en La Voz del Interior en 1979.

Concluyendo con estos desordenados apuntes que he tomado de memoria (y me disculpo por los errores que pude haber cometido al citar nombres y fechas ya que mi neurona está a punto de cumplir los 45), sostengo que si la mayoría de los militantes de izquierda no nos asumimos como intelectuales pequeño burgueses; si no denunciamos la violación de las leyes de un Estado pactado que –históricamente- han producido y producen de forma sistemática los gobiernos peronistas (más o menos “M.”, más o menos “K.”); si no somos capaces de sostener con la frente bien alta la vigencia de la misma contradicción fundamental de 1968 en Setúbal; difícilmente podremos aportar a la superación -desde la socialdemocracia y el liberalismo político- del modelo de acumulación que genera la actual crisis del capitalismo global, y difícilmente podamos encabezar un bloque político y económico que se proponga revertir en las próximas elecciones presidenciales tantas décadas de ignominia nacidas en 1930 y profundizada en 1945. En esto último es notable la forma en que el populismo se ha hecho carne desde el “changui-caserismo” hasta los que, desde el Partido Socialista, negocian leyes nefastas con Cristina y Néstor K.

La historia juzgará a la “Generación 83” por lo que aportemos o dejemos de aportar en este mismo momento de globalización en el sentido indicado. Yo espero haber aportado mis pocos conocimientos desde la distancia geográfica y la pertenencia nacional e intelectual. “Pequeño-burgueses de izquierdas del Mundo, uníos” (respecto a los homenajes citados, todas estas reflexiones y provocaciones son de mi entera autoría y ninguna debe achacarse a las personas aquí citadas).

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