lunes, 8 de septiembre de 2008

OIT: economía y globalización neoliberal

Reseña del artículo de la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización (2004) “Globalización: naturaleza e impacto”, en Por una globalización justa: crear oportunidades para todos, Nº II.2; OIT, Ginebra; 54 pp.

Debemos introducir esta reseña diciendo que nos encontramos ante un trabajo interdisciplinar con aportes de la sociología, la antropología, la historia y/o la ciencia política, etc. Sin embargo, algunos capítulos conforman compartimentos estancos y desde el comienzo están formulados por una Comisión que, al parecer entender la economía como una ciencia exacta y -por eso mismo- objetiva, aparentan exhibir una supuesta neutralidad. En éstos –“El contexto institucional” y “Los efectos de la globalización”-, por ejemplo, no se llega a ninguna conclusión definitiva respecto a la afirmación formulada en el sentido de que “muchos sindicatos y organizaciones de la sociedad civil, así como algunos analistas políticos y gobiernos de países en desarrollo, mantienen que las instituciones financieras internacionales han impuesto una condicionalidad excesiva a los países en desarrollo.” Cuando se afirma que “En su opinión, esta política ha resultado perjudicial tanto por reducirles en las limitaciones de una política neoliberal inadecuada como por imponerles grandes costos sociales” (reasaltado nuestro), esa afirmación queda limitada a una mera “opinión” (y, como tal, menos científica que una investigación).
Como veremos más adelante, esas dos consecuencias - reducirles (a los países en desarrollo y en transición) a las limitaciones de una política neoliberal inadecuada; e imponerles grandes costos sociales–, denunciadas claramente por gobiernos de países en desarrollo, muchos sindicatos y organizaciones de la sociedad civil, basados en investigaciones de analistas políticos y de otras ciencias sociales de gran prestigio académico; así como la denuncia respecto a la exclusión de gran parte del Continente Africano y sus poblaciones; forman parte de una política neoconservadora plasmada con claridad en el denominado “Consenso de Washington”.

Pasando ya a un análisis más detallado del estudio, acierta la Comisión al subrayar que “Los mercados emergentes son los principales beneficiados del crecimiento de las inversiones Norte-Sur”, ya que fueron esos mercados y no los/as ciudadanos/as los beneficiarios del cambio producido a principios de los ’80, cuando la Escuela de Chicago comenzó a imponer sus tesis, no solamente en las economías endeudadas –controladas desde la quiebra del sistema de Bretton Woods, fundamentalmente a partir de las dictaduras militares en el Cono Sur latinoamericano-, sino también en los países industrializados; tal como se explica más adelante. Se sostiene también que “Los préstamos a través del mercado internacional de obligaciones también aumentaron en el decenio de 1990, tras la globalización financiera” (resaltado nuestro); pero los investigadores no se cuestionan, en todo el informe, quiénes contrajeron esas obligaciones ni cuántas generaciones de países del Sur deberán afrontar los pagos de esa deuda, en un perverso sistema que funciona como el Plan Marschall, solamente que a la inversa –ya que el Sur financia al Norte y a las oligarquías sureñas (afirmación ésta sobre la que luego nos detendremos más-.

Ya entrando en el análisis de la “Tecnología”, también acierta la Comisión al señalar que será necesario “hacer hincapié en educación, capacitación y difusión de conocimientos”; temas sobre los que vuelve en el capítulo referido a “Los efectos de la globalización”, cuando se subraya que “La inversión en materia de educación resulta claramente inadecuada”. Pero, a nuestro entender, esa afirmación no logra abarcar la totalidad del problema. Por un lado, si bien es correcta, cuando estamos hablando de analfabetismo –tema sobre el que el informe no se explaya lo suficiente, al no definir el analfabetismo escolar del funcional, ni la relación entre ambos con las TIC-, no se indica, respecto al crecimiento del gasto público educativo en América Latina y el Caribe, de qué forma se distribuye este gasto, en el marco de las políticas de “privatización, focalización y descentralización” de la administración pública de los países endeudados, establecidas por el FMI y el BM. Estas políticas, aunque así enunciadas no parecen permisivas, en su aplicación práctica pueden serlo. Y por el otro, aunque el tema comienza a ser enunciado, con políticas fiscales regresivas y reducción de los impuestos de sociedades en los países industrializados; con la imposición por parte del FMI y el BM a los países endeudados de la reducción de la presión fiscal directa; con la evasión de capitales por parte de una burguesía poco schumpetteriana, cada vez que un gobierno heterodoxo persigue la evasión fiscal; y con las obligaciones de la deuda externa antes señalada; no se comprende de qué forma estos gastos educativos y otros gastos públicos de tipo social pueden ser financiados. Quizás de esta forma se explique “la crisis financiera de finales de los noventa”, que se enuncia tangencialmente en el punto referido al “Empleo, desigualdad y pobreza”, surgida en México; con repercusiones en el Sudeste Asiático; influyendo, como correctamente se indica, en las tasas de desempleo de la región, al igual que en América Latina y el Caribe; la necesidad de un aumento del gasto público en lo social, y la crisis de financiación del mismo en la Argentina de los años ’90. Todo esto ha desembocado –en el contexto de una ficticia paridad cambiaria establecida en este país y la imposibilidad legal de devaluar el peso argentino-, en el “corralito” y la luctuosa crisis social y política de finales del año 2001, sobre la que el estudio de la Comisión no realiza ninguna mención.
Se echan de menos datos sobre el incremento de los flujos financieros por las vías electrónicas y su incidencia en la economía real, así como de la influencia de las TIC en el mercado laboral, analizados en el primer capítulo. Ya en el capítulo referido al “contexto institucional”; “El sistema de comercio multilateral” y los “Sistemas de producción global”; donde “Surgieron los sistemas globales de producción, con las EMN como protagonistas”, las mismas empresas multinacionales (EMN) aparecen beneficiando el crecimiento del empleo y las auto-empresas, sin destacar los costos sociales de la flexibilidad laboral en la producción manufacturera que requiere de altas tecnologías, o de mano de obra intensiva en el sector de textiles, vestido y calzado (maquliación). Por el contrario, esas EMN, dueñas de las patentes; los avances en TIC aplicadas; los controles y las marcas; aparecen como las que aportan un “Sistema de producción global ‘justo a tiempo’” (resaltado nuestro), Hay que leer con más detenimiento que “justo a tiempo” es el sistema de producción con maquiladoras, donde el costo social del mismo es tan elevado –costo que el informe no destaca-.
También resulta ambiguo subrayar que “La globalización puede entrañar costos sociales muy elevados” (resaltado nuestro), como si esos costos fueran ajenos al modelo neoliberal de globalización; o sostener que “sorprende que el crecimiento del PIB haya sido más lento desde 1990” (nuevamente, resaltado nuestro), cundo se adolece de los datos sobre la incidencia real en la economía de los países en vías de desarrollo -y del mercado laboral en los mismos- de los incrementos de los flujos financieros a través de las TIC, y decimos esto ya que podemos sospechar que estas IED no han creado empleos –más allá de precarizar el mercado laboral- y, como se sostiene en el punto 163, permitir que los organismos financieros privados –propietarios de estos capitales golondrinas, como son llamados en los países endeudados y en vías de desarrollo-, logren influenciar en la política económica de los mismos, incluso más que sus propias sociedades civiles en el contexto del neocorporativismo.
Pero cuando se sostiene que algunos países como México y Chile han escapado del enorme aumento de las desigualdades entre el Norte y el Sur, no se mencionan los casos de países que han buscado alternativas al modelo neoliberal de globalización, como China, India, Brasil o Sudáfrica; sino el de aquellos que han acatado –como ye hemos visto respecto a la crisis financiera de finales de los ´90-, con resultados dispares, las políticas económicas emanadas del “Consenso de Washington”.
Respecto a los dos primeros, China e India, el informe considera que la disminución de la pobreza en los mismos se debe a “cambios acontecidos en sólo dos grandes países”, y no de estrategias nacionales –y cada vez más regionales- alternativas al modelo hegemónico de globalización. Tampoco se indican qué otros cinco países integran el bloque de países en desarrollo con una desigualdad cada vez menor; pudiendo tratarse de otros que han optado por estrategias heterodoxas frente a la globalización, como el caso de Sudáfrica o Brasil. Lo que si sabemos es que la economía china escala posiciones día a día entre las más importantes del mundo; que, según los expertos, con la de la India, Brasil y Sudáfrica serán –de mantenerse las tendencias- la mitad de la economía mundial para el año 2020; que la economía china ha crecido como ninguna otra en TIC, convirtiendo la industria que la aplica en la primera del mundo; y que el mismo presidente de los Estados Unidos ha tenido que dar una respuesta “intervencionista” (incremento del gasto público en educación en I+D) a esta realidad de TIC en la República Popular China y la India.

Se subraya también que “Han resultado perjudicados los trabajadores pobres, analfabetos y sin calificaciones, así como los pueblos indígenas”, pero los mismos no son cuantificados, y luego resulta sorprendente para los analistas los procesos políticos en países como Bolivia, Venezuela, Perú, México o Marruecos, con particularidades muy disímiles. Porque es cierto que -como también se sostiene en este informe de la OIT-, “todavía está por verse hasta qué punto podemos culpar…” del incremento de la desigualdad solamente “a la globalización”, interviniendo para ello políticas económicas aplicadas, en un gran número de países, por gobiernos legitimados electoralmente y oligarquías nacionales que se han beneficiado también de las políticas económicas neoliberales; pero la diferencia entre el crecimiento de unos países y otros es significativa, como ya se ha apuntado. Por eso, nuevamente, creemos que la Comisión debiera ser más cauta a la hora de generalizar cuando también subraya que “Con la interconexión global, se es más consciente de las disparidades globales…ha mejorado la calidad de la democracia…y se ha forjado un sentimiento más fuerte de comunidad global”; ya que algunos sucesos acaecidos en países en vías de desarrollo pueden desmentir la afirmación. Y qué decir de Guantánamo y la calidad de la democracia estadounidense, sospechada de fraudes electorales y con tasas muy alarmantes de abstención electoral.

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